El Medio

Cuenta la leyenda que antes de las punto com y sus capitales de riesgo existían unos cuantos tipos raros pregonando la revolución que traía Internet. Hablaban de maravillas tales como la creación de redes, la posibilidad de ser emisores, la libertad de la tiranía de los medios de comunicación de masas… rumores que llegaron a lugares tan alejados de los centros de poder como sudamérica. Acá, en Chile, un puñado enganchó con la idea y gracias a su empuje se crearon cosas muy interesantes, como el diario «La Tercera» en línea, que estaba en la web en junio del 1997. Y aún cuando era el sitio de un medio consolidado, representante de un lado del establishment, era como si la revolución hubiese entrado por sorpresa, tomando de rehén a uno de los miembros de la monarquía.

Entonces las cosas se dispararon. Surgieron decenas de medios alternativos, algunos por idealismo y otros por negocio. Las empresas se dieron cuenta que no podían quedarse atrás, por lo que no importaba gastar. Ya vendría el retorno. Asi que los proyectos crecieron y crecieron. Ocupaban pisos completos en edificios corporativos, sus staff era enormes, se inyectaban recursos permanentemente, y crecía la vorágine de «estar en línea». No se podía quedar en el pasado. Algunos periodistas, al alero de estos grandes medios pensaron que también podían sacar un pedacito de la torta, por lo que crearon sitios propios usando los recursos de las empresas que los había contratado (fotos, cables, ancho de banda, teléfono, etc).

Entre tanto también surgían proyectos en la trinchera, con escazos o nulos recursos económicos, sostenidos simplemente por la voluntad de quienes trabajaban en ellos. «Ad honorem» sonaba más bonito que «por amor al arte».

Y de pronto todos eramos digitales. Hablábamos de web, jpg, html, flash, ftp… y la mayoría no tenía idea de lo que decía. Total, bastaba con conocer el CTRL C y el CTRL V. ¿Interacción? ¿ ¿ ¿Qué es eso??? ¿Abrir las cartas al director? ¿ ¿Estás loco?? ¿Habilitar un foro? Puede ser, pero si alguien reclama contra nosotros, lo cerramos de inmediato.

Y así los medios digitales dejaron la revolución a un lado y se transformaron en un brazo más del original en papel. Y muchos nos dimos cuenta que era lo mismo que antes, pero más rápido, exigente y con menos paga.

Fue entonces que vino el reventón. Y con ello, la muerte de la gran mayoría de los medios. Inviables económicamente, o porque sus dueños se aburrieron del juguete, el resultado fue el mismo. Una bomba hubiese hecho menos daño.

Pero tras el exceso vino una revisión de lo que se había hecho. Había que reenfocar los medios, racionalizarlos. Y fue como renacer.