Buscando la Alétheia

Mes: agosto 2012

NO

¿La publicidad ganó el plebiscito del 88? Veinticuatro años después de los hechos, por fin se hizo una película sobre el tema, pero curiosamente no enfocada al proceso mismo, sino a la forma como se gestó y ejecutó la campaña de la opción «NO».

A mi me gustó. Lo suficiente como para ir a verla dos veces (una con mi pareja, la otra con mis padres). Y me emociona en los mismos lugares, me sorprende de la misma forma, aun cuando conozco la historia (la real y la ficcionada).

Microcortes

El viernes estaba trabajando en el computador mientras E miraba televisión, disfrutando de los comerciales (los echa de menos, porque acá no recibo bien los canales de TV abierta y sólo veo películas y series a través de Netflix y/o internet), cuando de pronto se cortó la luz. Partí a revisar los interruptores centrales y volví a dar la luz. Y empecé a alegar que qué había hecho E para provocar el corte.

Una vez que volvió la electricidad, continuamos con lo que cada uno estaba haciendo. Y ahí comenzaron los microcortes: pestañazos en la electricidad que apagaban todo (internés, computador, televisor, etc) pero que no eran suficientemente largos como para que saltaran los fusibles y cortaran la luz. Desenchufé todo lo posible, pero la cosa continuó así por el resto de la noche, con cortes sin patrón reconocible.

Ayer me levanté y encendí el computador para escribir sobre el sofá rojo. Era lo único enchufado. E iba a la mitad del escrito cuando ¡paf! : nuevo  microcorte. Perdí todo >(

Corté la luz, desarmé interruptores y enchufes, y no encontré nada. Volví a encender el computador, me puse a escribir, y ¡paf! ¡más cortes! Ya estaba pensando que los hados no querían nada con mi post del sillón rojo, pero no contaban con mi astucia: llamé a chilectra (el proveedor de electricidad), a la línea de emergencia. Al describir lo que pasaba (microcortes, no saltan los fusibles, los cortes son dentro de todo el departamento) no me hicieron ningun atado, despachando a un técnico para que viniera a revisar.

A las dos horas llegó el tipo y se fue derecho al medidor de electricidad, que se encuentra en el primer piso. Y allí estaba el culpable de todo:

Este cable va adentro y se había fundido. Entonces, de tanto en tanto, provocaba los cortes. Lo cambiaron y listo. Y no me costó ni un peso :). Llegué a la conclusión de que hay que usar los servicios, informándose, porque por desconocimiento no lo hacemos.

Así  que recuerden:  si tienen problemas graves con la electricidad, vayan a mirar su cuenta de electricidad. Normalmente salen los datos de contacto, por último para llamar a una mesa de ayuda y que te orienten.

El sofá rojo

Mi chica ya no soporta el sobre. Las largas jornadas de ver películas le dejan la espalda molida. Y si bien es muy cómodo y mullido, algo de razón tiene. El sobre lo compramos cuando aún vivía en mancomunidad en el zocalo, para reemplazar el sofá que los gatos habían hecho pebre tras años de afilarse las garras en sus bordes. En un arranque de originalidad (y debido a que nunca usabamos el living), decidimos reemplazar los sillones y sofá por peras y sobres.

Tras la separación, yo me quedé con el sobre verde, pues era el que más lo usaba. Asi fue como llegó a mi nuevo hogar, un mueble ideal para el nuevo soltero: mullido, bajito, podía moverlo de un lugar a otro sin problemas e incluso quedarme dormido frente a la tele. Eso sí, no estaba  exento  de problemas:

  1. Es muy bajo. Y la tele queda alta. El resultado es que veo el brillo distorsionado. Asi que hay que jugar con los contrastes (lo que es un problema si llega una visita y debe ver la tele sentado en una silla: al ser mas alta, uno de los dos verá mal la imagen)
  2. No es conveniente para maratones. Una vez quise ver todas las «Volver al futuro» y quedé con la espalda en la mano.
  3. En el verano me hacía sudar como caballo. El material da calor.
  4. No caben más de 2 personas (y abrazaditas)

Siendo así las cosas, y dado que mi chica no se moverá por un buen tiempo de mi lado, nos dimos a la tarea de buscar un  sofá.  Y no podía ser uno simple, no señor. Tenía que ser de uso  múltiple: sofá y cama, pues nos falta algo para que las visitas que se quedan hasta tarde puedan descansar sus huesos. Con esto en mente, un día que fuimos al Easy de Quilín a comprar cositas para la cas, pasamos a curiosear la zona de muebles. Y ahí estaba, mirándome seductoramente. Quedé prendado de inmediato: No es igual que el de la foto. Las patas son de madera. Pero en el resto, es igual. Me gustó la textura, la forma, que se puede convertir en cama… y me lo imaginé en el living, rodeado de blanco. Asi que acordamos que al mes siguiente lo compraríamos. La semana pasada fuimos a cerrar el negocio. Nos fuimos derecho hacia él y le pedimos a un muchacho que nos atendiera para comprarlo.  Aparentemente, no de muy buena gana, partió a ver si habían existencias. Tras un rato de consultas, nos dijo que no habían, que sólo estaba el de exhibición. Como yo estaba decidido a llevarme ese sofá, le dije que no importaba. Tenía unas manchas, pero con mi chica decidimos que era cosa de limpiarlo con algun producto y listo. Además el precio era muy conveniente (cerca de $90.000, USD 177)

Como  estábamos  dispuestos a la compra, comenzamos a moverlo. Y ahí notamos que la tela que cubre la base de madera estaba rota en varios puntos. «Bueno, no importa. Se le pone un paño encima y listo», dije yo. » ¿Y cómo lo llevan?», nos preguntó el vendedor.  Como no tenemos auto, preguntamos por un flete por parte de la tienda. Y ahí vimos el tercer problema: sólo atendían en días laborales (y ambos trabajamos).  Así  que salimos a ver si encontrábamos un flete independiente. Tras recorrer un buen rato el lugar, encontramos uno. Volvimos a pagar, y cuando estaba en caja, el vendedor llegó corriendo para detenernos y llevarnos de nuevo a la exhibición.

Resulta que al sacarlo para embalarlo, vio cosas que no le gustaron y partió a buscarnos antes de que nos  metiéramos  en el cacho. Ya nos había conseguido un descuento del 30% por ser el de exhibición (quedaba en $62.000, mas o menos), pero aún así no estaba contento. Miraba el sofá con malos ojos, como queriendo hacernos desistir. La nueva pifia era una pata que estaba reforzada con una escuadra metálica. O sea, se había roto y la habían reparado a la mala. Con mi chica nos miramos y tras un breve conciliábulo dijimos «no importa». Pero aún cuando estaba muy deseoso de tener el famoso sofá, me puse a mirarlo con mas atención. Y ahí descubrí que el refuerzo era doble: estaba por delante y por detrás. Y también que el par de hoyos que vimos en el tapiz de la base en realidad era un solo gran hoyo por toda la parte trasera. Y finalmente que le colgaba una tela por debajo… «es un cierre que tiene», dijo el vendedor.  Miramos, y efectivamente era una zona de cierre… sin el carro.

El vendedor ya no hallaba cómo convencernos que no nos  lleváramos  el sofá. Pero este último «detalle»  nos hizo decidir que no nos convenía. El chico nos decía: «si fuera para exhibición, podría ser. Pero si lo usan para diario, entonces no les conviene de ninguna forma, porque se puede romper, y como tiene descuento ya no corre la garantía».

Así que al final no compramos ni una cuestión, pero me deshice en gracias al muchacho, cuyo buen sentido y honestidad impidió que nos ensartáramos con una basura (barata, pero basura al fin y al cabo). Y todo este post es para agradecerle públicamente al muchacho de la zona de muebles del Easy de Quilín, en Santiago de Chile, por pensar en el cliente y no sólo en la venta. ¡Gracias!


¿Y qué pasó con el sofá? Pues bien, el sábado fuimos a comprar un regalo para un cumpleaños y pasamos a la zona de muebles de una gran tienda… y encontré al sofá soñado. Y hoy lo trajeron. Quedó lindo 🙂

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