Es el último día del año, y es hora de hacer algunas reflexiones. Unas que tengo pendientes hace rato, pero que la vorágine del día a día me ha impedido escribir. Lo primero y más importante: Ha sido un año con el porotito más hermoso de la existencia: mi hijo Matías. Nació en enero y el año sido acompañarlo en su crecimiento, observando cómo su personalidad apareció casi de inmediato y se ha desarrollado en un chico risueño, sociable y curioso.
Mi vida ha dado un tremendo vuelco, pues el 2011 me separé, el 2012 me emparejé, y el 2013 nació mi hijo. Cambio de piel, cambio de prioridades, cambio de vida. Y lo más curioso es que sólo siento que ha sido rápido cuando miro hacia atrás. Porque se siente como que ha sido el tiempo correcto, con la persona correcta, en el momento correcto.
También es curioso como todo lo demás pasa a un segundo plano. El trabajo, el ocio, las amistades, la política, todo queda supeditado a los horarios del pequeño príncipe. Y que por lo mismo, es una nueva forma de distraerte del trabajo interior, pues es muy facil olvidar que uno también debe seguir creciendo y desarrollándose. El desafío ahora es integrar esta nueva vida y sus exigencias con el mantenerse despierto.
Un segundo punto a revisar es la vida en pareja. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan apoyado y querido. Y eso es mucho mas important de lo que se cree. Gracias Eve. Por todo. Te amo.
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