Como ya es tradición, estoy releyendo el libro «El Síndrome de Epimeteo«, de Diego Quintana de la Uña. Me parece que llevo leyéndolo por lo menos una vez al año desde el 2009, porque considero que su mensaje es demasiado importante y mi naturaleza epimeteica me hace olvidar ciertas cosas que no deben ser olvidadas. Así que como antídoto, una buena relectura periódica me mantiene en el camino.
En la actual repasada me llamaron la atención algunas cosas a las que no había dado mucha importancia anteriormente, pero que ahora hicieron «click». Una de ellas es la idea de que como antídoto al relativismo moral y al nihilismo que termina llevándonos a la anomia y a la ley del sálvese quien pueda (porque no existen fundamentos sobre los cuales tener una ética universal, puesto que todo depende de las circunstancias, historia personal, preferencias y con qué pie me levanté en la mañana) , está la proposición de fundar la moral en la naturaleza. O sea, hacer una moral científica basada en la física.