Trabajo realizado para Periodismo de Investigación en 1994.

Nicaragua se encuentra ubicada en la «cuenca centroamericana». Al norte limita con Honduras, el sur con Costa Rica, al oeste con el océano Pacifico, y al este con el Atlántico. Su territorio es de 130.000 Km.2, mientras que la población no alcanza los tres millones de habitantes.

Su historia está plagada de intervenciones, algunas más obvias y otras menos. Desde la llegada de Colón hasta nuestros días, Nicaragua ha debido enfrentar la extinción casi completa de los indígenas originarios (en la actualidad representan solo el 1 por ciento de la población), soportar los ataques de los piratas y corsarios ingleses, luchas internas, intervenciones de Inglaterra primero, y mas tarde de Estados Unidos. Como declaraba el ministro de Agricultura Jaime Wheelock, en agosto de 1983:

«nuestro país nunca tuvo soberanía real… Nicaragua ha sido una ficción un apéndice de Estados Unidos»

Esa es la percepción que el gobierno norteamericano tiene de centroamerica. Desde 1832, con la doctrina Monroe («América para los americanos’) hasta nuestros días, aunque con ciertos matices, la actitud ha sido la misma. Basta revisar lo que han sido estas políticas a lo largo del tiempo: Roosevelt (1904) atribuía a EEUU una «misión civilizadora» en el hemisferio occidental, toda vez que se presentaran «incidentes crónicos» o la manifiesta incapacidad de algunos gobiernos para comportarse con la buena educación requerida por el concierto internacional.

Es decir, una policía internacional.

Para ello las intervenciones militares directas, cesiones territoriales estratégicas y protectorados se combinaron en la política del Big Stick (Gran Garrote). En 1909 el presidente Taft combinó el garrote con los dólares, asegurando los capitales norteamericanos con acciones diplomáticas y de las fuerzas militares. Wilson (1913-21) mantuvo esa misma idea, dándole un toque más moralista.

Roosevelt (1 933-45) inauguró la política del «buen vecino», lo que trajo un cambió brusco. Trataba, a fin de cuentas, de conseguir por las buenas que los demás países compartieran el «american way of life». Anuló los protectorados y abolió los derechos de intervención en Cuba.

Parecía una buena señal ¿Acaso los Estados Unidos dejarían de intervenir? Pero no era así. La estabilidad política del área y el cese de las intervenciones fueron el resultado de un equipo de dictadores favorables a las ideas (y capitales) yanquis. Somoza, Ubico, Hernandez, Martínez y Carías fueron mejores garantes para la paz y las inversiones que los infantes de marina.