Recordé una talla que me pasó cuando chico. Estaba en primero medio e iba a dar mi examen de radioaficionado para sacar mi licencia de novicio, por lo que necesitaba plata para pagar los gastos. Asi que tomé mi libreta de ahorros y fui al banco.

Era mi primera vez en un banco. Es decir, primera vez que iba solo a hacer un trámite de ese tipo. Asi que andaba algo nerviosón, intimidado… más encima de escolar, porque venía del colegio. Bueno, la cosa es que entré y comencé a buscar dónde habían papeletas para hacer los retiros… y como andaba perdido, me demoré. Y en eso se me acercó un guardia. No recuerdo las palabras exactas, pero la idea era algo así como: «¿Qué estás haciendo aquí, pendejo?. Ándate de una vez».

Como comprenderán, me achunché. Me urgí. Creo que fue tanto que ni siquiera saqué mi plata y volví otro día, poniendo ojo que no estuviera ese tipo.

Tiempo después (mucho tiempo después), un amigo, al que considero mi maestro de aquella época (tenía 10 años más que yo), me contó que a él le sucedió lo mismo una vez. Como él andaba de short, polera, pelo largo y bigotes, con cara de don nadie, también se le acercó un guardia a preguntarle qué hacía ahí. Y salió la respuesta más genial, aquella que pagaría oro por decírsela al que me echó anteriormente:

«¿Y a usted qué le importa?»

Ídolo.

ps.: Desde esa vez no soporto que me pongan la pata encima. Y armo la escandalera si alguien trata de hacerlo. Mi teoría es que yo puedo defenderme ahora, pero estos bastardos pueden hacerle lo mismo a un pobre ave nuevecito. Asi que les armo la trifulca para que la piensen 3 veces antes de irse a la prepotente con alguien.

p.p.s: Deben comprender que en la época esa, cualquiera que usara uniforme se sentía poco menos que Dios. Más encima con pistola al cinto… y yo todavía les tenía miedo (pacos y milicos incluidos).