Leyendo un ensayo de Saramago, caí en cuenta que he adherido al dogma de la democracia sin darme cuenta. Me explico. Saramago en «¿Qué es exactamente la democracia?», cuestiona las bases de la democracia, poniendo el dedo en la llaga: el hecho de que el pequeño poder decisorio que tenemos como ciudadanos es cedido sin más en el momento de votar.. en el único momento en que realmente tenemos algún tipo de poder.

«Creemos haber avanzado, pero en realidad retrocedemos. Hablar de democracia se volverá cada vez más absurdo si nos obstinamos en identificarla con instituciones denominadas partidos, parlamentos, gobiernos, sin proceder a un análisis del uso que estos últimos hacen del voto que les permitió acceder al poder».

Saramago llama la atención sobre el hecho de que la alternancia en el poder no es garantía de nada, pues al hablar de corrientes políticas, se desvía la atención del verdadero poder: el económico. Ese que rige nuestras vidas a través del consumo y de la política del miedo a transformarse en un paria si no te transformas en un homo consumidor.

La conclusión es interesante:

¿Qué hacer entonces? Dejemos de considerar la democracia como un valor adquirido, definido de una vez por todas e intocable para siempre. En un mundo en que estamos acostumbrados a debatir sobre todo, sólo persiste un tabú: la democracia.

Un llamado a pensar.

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