Anteayer preguntaba ¿por qué los políticos chilenos no tienen un plan? Pues bien, quizás la pregunta real es ¿por qué ningún político pareciera tener un plan? Al mirar más allá de nuestras fronteras, veo un patrón preocupante: la crisis de los políticos chilenos no es única, sino un reflejo de una tendencia global. Y lo más grave es que, en países con poder bélico, estas dinámicas pueden desencadenar conflictos con consecuencias planetarias.

Polarización y fragmentación: Un fenómeno mundial

La polarización ideológica que afecta a Chile —con partidos atomizados y líderes incapaces de consensuar reformas— es un patrón global. En Europa, la derechización acelerada, como el auge de Alternativa para Alemania (AfD) y el Partido Ley y Justicia (PiS) en Polonia, refleja una ruptura con modelos centristas tradicionales. En Estados Unidos, el regreso de Donald Trump en 2024 ha exacerbado la división social y política, mientras que en Canadá, el ascenso del conservador Pierre Poilievre amenaza con profundizar la brecha entre electores.

Esta fragmentación no solo paraliza legislaciones clave, sino que pone en jaque la capacidad de respuesta a crisis internacionales. Por ejemplo, la tensión entre EE.UU. y China bajo Trump podría desencadenar una «desvinculación geopolítica no gestionada», según el informe de riesgos de Eurasia Group.

Reactividad vs. planificación: Gobiernos en modo «apagar incendios»

La tendencia chilena a priorizar medidas cortoplacistas —como enviar militares a la frontera ante la migración— se observa en otros contextos:

  • Europa: La gestión migratoria oscila entre discursos de odio y medidas reactivas, sin políticas integrales que equilibren seguridad y derechos humanos, como señala Amnistía Internacional.
  • América Latina: Gobiernos como el de México enfrentan protestas con paliativos temporales (subsidios) en lugar de abordar desigualdades estructurales, según Animal Político.

La falta de estrategias a largo plazo es especialmente peligrosa en países con poder nuclear o influencia geopolítica. El informe del Foro Económico Mundial (2025) señala que los conflictos armados son el principal riesgo global inmediato. Corea del Norte, por ejemplo, ha intensificado pruebas de misiles balísticos sin que se le pueda detener. Es mas, la estrategia norcoreana ha enseñado a muchos que la forma que te dejen tranquilo es mostrar los dientes y actuar como un loco.

Básicamente, como Israel en toda su vida como estado.

Desinformación y erosión de la confianza institucional

La desinformación, que en Chile alimenta narrativas de miedo (ejemplo: asociar migración con delincuencia), es un fenómeno global. Según el Global Risks Report 2025, es el segundo riesgo más grave a corto plazo, socavando la cohesión social y la gobernanza. Casos emblemáticos:

  • EE.UU.: Las teorías conspirativas sobre elecciones han debilitado la fe en el sistema democrático, como analiza The Washington Post.
  • Brasil: Las fake news han polarizado debates sobre políticas ambientales y derechos indígenas, según Folha de S.Paulo.

La manipulación informativa también tiene implicaciones bélicas: Rusia ha usado narrativas falsas para legitimar acciones en Ucrania, como documenta BBC Mundo. En Oriente Medio, la desinformación sobre grupos armados ha justificado intervenciones militares sin respaldo internacional.

Influencia de élites económicas y captura del Estado

En Chile, la presión de grupos empresariales para bloquear reformas (pensiones, salud) tiene paralelos en:

  • México: La Corte Suprema ha obstaculizado reformas judiciales que amenazan privilegios de élites políticas y económicas, según El País.
  • EE.UU.: Lobbies como la National Rifle Association (NRA) influyen en políticas de control de armas, priorizando intereses sectoriales sobre seguridad pública.

Esta connivencia entre políticos y grupos de poder también alimenta conflictos: El complejo industrial-militar de EE.UU., según The Intercept, ejerce presión para mantener guerras prolongadas (como en Yemen) que sostienen ganancias privadas, ignorando el costo humanitario.

Crisis de representación y auge de outsiders

La desconexión entre políticos y ciudadanos —evidente en Chile con el estallido social de 2019— se replica en:

  • Francia: El declive de partidos tradicionales y el ascenso de Jordan Bardella, actual líder del Reagrupamiento Nacional (RN), refleja el hartazgo con las élites. Tras la muerte de Marine Le Pen en enero de 2025, Bardella ha consolidado un discurso antiinmigración y euroescéptico que polariza el debate público.
  • India: Líderes populistas como Narendra Modi capitalizan el descontento con promesas simplistas, aunque su gestión reactive tensiones con Pakistán.

Líderes sin experiencia en diplomacia toman decisiones impulsivas con consecuencias globales: Trump retiró a EE.UU. del Acuerdo de París y del pacto nuclear con Irán, aumentando la inestabilidad geopolítica, como analiza Foreign Affairs.

Un sistema global al borde de la ingobernabilidad

Los políticos chilenos no son una excepción, sino un síntoma de un orden mundial fracturado. La combinación de polarización, desinformación y captura corporativa del Estado —sumada a la urgencia climática y tecnológica— crea un cóctel explosivo. Países con capacidad bélica están especialmente expuestos, ya que sus decisiones pueden desencadenar conflictos con consecuencias planetarias.

Recomendaciones clave desde los informes globales:

  1. Fortalecer instituciones multilaterales para gestionar crisis compartidas (ejemplo: reformar el Consejo de Seguridad de la ONU), como sugiere The Guardian.
  2. Regular la IA y la desinformación para evitar su uso en manipulación política o bélica, según Wired.
  3. Priorizar pactos sociales inclusivos, como sugiere Juan Pablo Luna para Chile, aplicables a nivel global.

En palabras de Mirek Dušek (Foro Económico Mundial): «Las apuestas nunca han sido tan altas: colaboración o inestabilidad creciente». La elección es colectiva.


Fuentes consultadas: