El hombre es un ser lleno de potencial. Para lo más elevado y lo más depravado. ¿Por qué? Al parecer la ciencia podría tener una respuesta, explorando la biología del cerebro.
¿Sabían que en realidad no tenemos uno, sino tres cerebros? Claro, todos están protegidos dentro del cráneo, pero en realidad son tres entidades distintas interconectadas: el neocortex, el límbico y el reptiliano.
Interesante nombre. Reptiliano. Según Paul McLean este pedazo del cerebro, el más primario, el nucleo sobre el cual el resto fue construido, y que fue moldeado hace más de 60 millones de años por la naturaleza, tiene como función principal decidir si atacar o huir. Es donde se alojan todas las funciones básicas: comer, dormir, echarse un polvo, cagar. Y aún más interesante, es donde se alojan el comportamiento agresivo, la territorialidad, y en general cualquier comportamiento repetitivo y básico.
Para más detalles sobre los tres cerebros, les invito a revisar este enlace, y este otro.
La cosa es que el cerebro reptiliano me ha llamado la atención. O sea, puede explicar muchas cosas. Según uno de los enlaces que les di más arriba:
El reptiliano está involucrado en la concepción de delimitación territorial, así como en una existencia rígida y casi programada. Es típica de esta conducta la repetición: un reptil nunca improvisa o investiga nuevas maneras de llegar desde esta piedra hasta ese árbol, ya una vez aprendido un camino, morirá haciendo una y otra vez el mismo itinerario.
Por eso puede vinculárselo a los rituales y ceremonias, a las convenciones religiosas, a las acciones legalistas, así como a los comportamientos obsesivos y rutinarios. Está claro que este cerebro presenta la infraestructura neural ideal para la persuasión política. (…)
Puede atribuirse al cerebro reptiliano una participación decisiva para comprender algunos fenómenos sociales como la violencia destructiva, la histeria de masas, la importancia de las modas pasajeras y el consumismo.
El cerebro reptiliano se comporta en el hombre como legado neurótico de un super-yo ancestral que le impide adaptarse y crear situaciones nuevas, lo cual explica la fuerte resistencia a los cambios que experimentan la mayoría de los seres humanos, independientemente de sus ventajas o desventajas.
Pero hay más. Carlos Castaneda, en su libro «El lado activo del infinito», contaba que Don Juan le reveló el gran secreto: que existen predadores y nosotros somos su alimento. Y que la forma de dominarnos es simple y efectiva: pusieron una parte de sí mismos en nosotros. (para ver un trozo de esta conversación, pinchen acá).
La misma idea del predador es expuesta por Salvador Freixedo en sus libros «Defendamonos de los dioses» y «La granja humana». Debo confesar que cuando leí «Defendamonos…» todo el mundo se me vino abajo. De pronto todo tuvo sentido y comenzó mi búsqueda de respuestas.
Y ahora vemos que una parte de nuestro cerebro nos juega en contra para alcanzar la paz y la armonía. Interesante ¿eh? Un hecho científico que confirma parte de las ideas de Castaneda y Freixedo.
¿Cuánto más es cierto? Si relacionamos esto con la idea de los psicópatas, y la de los vampiros emocionales, tenemos un cuadro mucho más completo de lo que realmente sucede.
Quizás es tiempo de mirar hacia adentro y ver que el enemigo es interior. Y que, por lo mismo, podemos lidiar con él de forma tan directa como darle una trompada. ¿Cómo? Simple y complejo: conocíendonos a nosotros mismos, trabajando para que no nos controle nadie ni nada, ni siquiera nuestras propias emociones y arranques. Y eso, al final, es un trabajo personal.
La responsabilidad es nuestra.
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