Para el hinduismo, el «fin del mundo» no es un evento único, sino una fase natural en la respiración cósmica de Dios, un ciclo de destrucción y renacimiento que se ha repetido—y se repetirá—por toda la eternidad.

Mientras que las escatologías occidentales nos han acostumbrado a un relato lineal que avanza inexorablemente hacia un Juicio Final definitivo, la visión hindú del tiempo nos sumerge en una perspectiva radicalmente diferente: el tiempo es cíclico, sin principio ni fin absolutos. No hay una «creación» única ni un «fin del mundo» permanente. En su lugar, el universo atraviesa eternamente fases de manifestación y disolución, como las estaciones cósmicas de un año que se repite infinitamente.

Este marco no solo responde a la pregunta sobre el fin de los tiempos, sino que transforma por completo nuestra comprensión de la existencia, el propósito de la vida y la naturaleza misma de la divinidad. Donde otras tradiciones ven un castigo o una purificación final, el hinduismo ve el ritmo mismo de la realidad, tan natural como la noche que sigue al día.

El Tiempo Cíclico: La respiración de Brahmā

El concepto fundamental de la escatología hindú es el tiempo cíclico. La creación no es un evento único en el pasado distante, sino un proceso que ocurre una y otra vez. La unidad de medida de este ciclo cósmico es el «día de Brahmā» (Kalpa).

Un solo Kalpa dura 4.320 millones de años terrestres y equivale a un solo día en la vida del dios creador Brahmā. Cuando Brahmā se duerme por la noche, el universo entero se disuelve en su sueño (Pralaya o disolución). Al despertar, el universo es recreado. La vida de Brahmā dura 100 de sus años (cada uno de 360 de sus días), lo que equivale a 311 billones de años humanos. Al final de esta vida, ocurre la Gran Disolución (Mahapralaya), donde el mismo Brahmā es reabsorbido en la Divinidad Suprema (Brahman), solo para que un nuevo Brahmā surja y el ciclo recomience.

Esta visión sitúa nuestro lugar en el cosmos de una manera humilde y grandiosa a la vez: toda la historia humana registrada es solo un parpadeo en un solo día de la vida de un dios creador cuya existencia misma es finita dentro de la eternidad.

Las Cuatro Edades (Yugas) dentro del Kalpa

Cada Kalpa (día de Brahmā) se subdivide en 1000 «Grandes Edades» (Mahayugas), y cada Mahayuga contiene a su vez cuatro edades o Yugas, análogas a las edades de oro, plata, bronce y hierro de la mitología griega.

  1. Satya Yuga (Edad de Oro): La era de la verdad y la pureza, donde la humanidad vive en armonía con el dharma (ley cósmica y moral), que se manifiesta plenamente. Dura 1.728.000 años.
  2. Treta Yuga (Edad de Plata): El dharma se reduce a tres cuartas partes. Aparecen los primeros sacrificios y el conocimiento se fragmenta. Dura 1.296.000 años.
  3. Dvapara Yuga (Edad de Bronce): El dharma se reduce a la mitad. Surgen el conflicto, las enfermedades y las divisiones sociales. Dura 864.000 años.
  4. Kali Yuga (Edad de Hierro): La era actual. Es la edad más oscura, donde el dharma se sostiene sobre un solo pilar. Predican la falsedad, el robo, la lujuria, la avaricia y el conflicto. La espiritualidad decae y la humanidad se aleja de su propósito superior. Dura 432.000 años. Las escrituras indican que hemos entrado en esta era hace aproximadamente 5.000 años.

El descenso a través de estas Yugas no es un accidente, sino la naturaleza misma del ciclo. La imperfección del mundo no es un castigo, sino una fase inevitable en el ritmo cósmico.

El Fin del Ciclo: La Disolución (Pralaya)

El «fin del mundo» en el hinduismo no es una batalla apocalíptica, sino un proceso de reabsorción. Al final del Kali Yuga, Vishnu—el preservador—adoptará su forma final como Kalki, el décimo y último avatar, montado en un caballo blanco y blandiendo una espada. Su misión no es juzgar almas, sino limpiar el mundo de la corrupción y la degradación moral, eliminando a los seres que perpetúan la adharmica existencia.

Tras esta purificación, el universo no será destruido por el fuego o el agua de forma violenta, sino que se disuelve suavemente en su causa material. Los elementos burdos se reabsorben en los sutiles: la tierra en el agua, el agua en el fuego, el fuego en el aire, el aire en el éter, y el éter en la sustancia primordial (Prakriti). Toda la creación individual, incluidas las almas no liberadas, entra en un estado de sueño latente dentro del cuerpo de Vishnu o en la conciencia de Brahmā, esperando el amanecer del siguiente ciclo para volver a manifestarse.

La siguiente tabla contrasta esta visión con las escatologías abrahámicas:

ConceptoEsjatología HindúEsjatología Judeocristiana
Naturaleza del TiempoCíclica y eterna. El «fin» es la disolución de una forma para el renacimiento de otra. No hay un final absoluto.Lineal e irrepetible. Un evento único que marca el fin de la historia y el comienzo de una eternidad estática.
Propósito del «Fin»Renovación y reajuste cósmico. Restablecer el dharma y permitir que el ciclo de la existencia continúe. Es un proceso natural.Juicio y conclusión definitiva. Separar el bien del mal para siempre y establecer un reino eterno de Dios.
Agente del CambioLeyes cósmicas impersonales (Dharma) y deidades que personifican estas leyes (Kalki, Shiva).La voluntad personal de un Dios único que interviene directamente en la historia para juzgar.
Destino del IndividuoContinuar en el ciclo (Samsara) o liberarse (Moksha). La mayoría renace en el nuevo ciclo.Salvación o condena eternas. Un juicio individual e irrevocable que determina un destino final.
Escala de TiempoInimaginablemente vasta. Ciclos de miles de millones de años.Histórica y escatológica. Se desarrolla dentro del marco de la historia humana y su futuro inmediato.

El Verdadero «Fin del Mundo»: La Liberación (Moksha)

En el hinduismo, la pregunta escatológica más importante no es «¿qué le pasará al mundo?», sino «¿qué le pasará a mi conciencia cuando el mundo (como lo conozco) llegue a su fin?». La respuesta es el concepto de Moksha.

Moksha es la liberación definitiva del ciclo de renacimientos (Samsara). Es la realización de que la esencia individual (Atman) es una con la Realidad Última (Brahman). Quien alcanza este estado trasciende por completo los ciclos de creación y disolución. Para el liberado, el fin del mundo (Pralaya) ya ha ocurrido a nivel individual, pues ha disuelto su identificación con el mundo fenoménico y temporal.

Desde esta perspectiva, los ciclos cósmicos de miles de millones de años son, en última instancia, el telón de fondo de un drama personal: el viaje del alma a través de la ignorancia hacia su propio despertar. El universo entero existe, en cierto modo, para que cada ser pueda descubrir su verdadera naturaleza divina y liberarse de la ilusión de la separación.

La escatología hindú nos ofrece una visión que es a la vez vasta e íntima. Nos dice que nuestra ansiedad por un «fin del mundo» nace de una comprensión limitada del tiempo. El universo no se acaba; exhala. La destrucción no es un castigo, sino el preludio necesario para un nuevo comienzo, una oportunidad para que el dharma renazca de sus propias cenizas.

Esta visión quita el drama del apocalipsis y lo sitúa en el corazón humano: el verdadero «fin del mundo» que debemos buscar no es la destrucción del planeta, sino el fin de nuestra ignorancia interna. Mientras las galaxias giran y los dioses duermen y despiertan, la pregunta esencial sigue siendo la misma: ¿despertaremos nosotros, individualmente, de este sueño de separación antes de que el cosmos complete su siguiente exhalación?