Hoy me pregunto: ¿quién soy yo? No hablo de mi nombre, ni de mi historia, ni de las máscaras que he aprendido a usar en este teatro de la vida. Hablo de ese «yo» que parece estar ahí, detrás de mis ojos, tomando decisiones, sintiendo emociones, pensando pensamientos. ¿Es real? ¿O es solo una ilusión, una narrativa que mi cerebro ha tejido para darme la sensación de unidad en un mundo caótico?

Esta pregunta no es nueva. Rodolfo Llinás, en su libro «El cerebro y el mito del yo», nos dice que el «yo» es una construcción cerebral, una especie de truco evolutivo para mantenernos funcionales en un entorno complejo. No hay un núcleo central, no hay un «alma» inmutable. Solo hay procesos neuronales, dinámicos y distribuidos, que generan la ilusión de un «yo» unificado.

Pero, ¿y si ese «yo» no solo es una ilusión cerebral, sino también una colección de memes? Richard Dawkins, en «El gen egoísta», nos habla de los memes como unidades de información cultural que se replican en nuestras mentes, compitiendo por atención y supervivencia. ¿Son mis pensamientos realmente míos? ¿O son memes que han encontrado en mi cerebro un hogar temporal, usando mi voz para perpetuarse?

Aquí es donde las enseñanzas de Gurdjieff resuenan con fuerza. Él decía que no tenemos un «yo» verdadero, sino múltiples «yoes» fragmentados, cada uno tirando en una dirección diferente. Vivimos en un estado de «sueño despierto», actuando de manera mecánica, controlados por fuerzas internas que no comprendemos. Para Gurdjieff, el camino hacia la conciencia verdadera implica despertar, observar estos «yoes» y, mediante un trabajo interior consciente, alcanzar un estado de unidad y claridad.

¿Qué tienen en común estas visiones? La idea de que el «yo» no es lo que creemos que es. Para Llinás, es una construcción cerebral. Para Dawkins, es un campo de batalla de memes. Para Gurdjieff, es una multiplicidad caótica que debe ser armonizada. Y aunque sus enfoques son distintos (científico, evolutivo, espiritual), todos apuntan a una misma dirección: la necesidad de cuestionar nuestra percepción de nosotros mismos.

Pero hay una diferencia crucial. Llinás y Dawkins nos ofrecen explicaciones, pero no soluciones. Nos dicen cómo funcionamos, pero no cómo trascender nuestras limitaciones. Gurdjieff, en cambio, nos invita a un viaje interior, a un trabajo consciente para despertar de la mecanicidad y alcanzar una conciencia superior.

¿Y qué hay de la realidad objetiva? Gurdjieff habla de ella como algo alcanzable, una verdad más profunda que solo puede ser accedida mediante el desarrollo espiritual. Llinás, por su parte, nos dice que la realidad que experimentamos es una construcción cerebral, una simulación que nos permite interactuar con el mundo. ¿Son compatibles estas visiones? Tal vez. Si aceptamos que nuestra percepción ordinaria es limitada, pero que es posible expandirla mediante el trabajo interior, entonces ambas perspectivas pueden coexistir.

Al final, todo se reduce a la conciencia. Llinás nos dice que es un fenómeno emergente del cerebro. Dawkins nos muestra cómo los memes compiten por nuestra atención. Gurdjieff nos invita a elevarla, a trascender la mecanicidad y alcanzar un estado de claridad.

¿Quién soy yo, entonces? Quizás no haya una respuesta definitiva. Quizás el «yo» sea una ilusión, una colección de memes, una multiplicidad de «yoes». Pero también puede ser algo más: una posibilidad, un potencial, un camino hacia la conciencia verdadera.


Fuentes

  1. Rodolfo Llinás – «El cerebro y el mito del yo»
    https://www.penguinrandomhouse.com
  2. Richard Dawkins – «El gen egoísta»
    https://www.richarddawkins.net
  3. G.I. Gurdjieff – «Relatos de Belcebú a su nieto»
    https://www.gurdjieff.org
  4. P.D. Ouspensky – «En busca de lo milagroso»
    https://www.gurdjieffbooks.com