Y después se preguntan el por qué de su influencia, cuál es el motivo de que el avisaje se vaya para allá… si los mismos que lo critican lo compran. Claro, el mundo político no puede vivir sin saber qué opina El Mercurio, pero lo que más me emputece es cómo se le da un status de facto entre mis propios colegas y que luego es repetido como loro por los demas: «el decano».
Darle ese nombre siútico con el que se autobautizó sólo sirve para seguir subiéndole el perfil. Con esos tratamientos reverenciales se envía un subtexto fuerte y que hasta el momento no se ha podido contrarrestar: que es el que dicta cómo debe ser el periodismo.
No importa que haya mentido como loco durante la dictadura. No interesan sus antecedentes golpistas. Es irrelevante su defensa de los grandes poderes económicos y políticos. No, lo que interesa es salir en sus páginas y perpetuarlo dándole legitimidad, con mezcla de miedo y fascinación. Y ahora, porque abre un blog con sus editoriales, pasó automáticamente a ser digno de alabanza.
No señores. Estoy completamente en desacuerdo. No comulgo con el Mercurio, aún cuando tengo amigos trabajando en él. No me parece un medio que deba ser destacado. Su pasado lo condena. Y me molesta que los mismos que lo critican y toman posiciones, sin pestañear lo compran y se prestan al jueguito. ¡PUAJT!
Titular de hoy (30 sept 2005) del Mercurio: «Ejército rescata sin vida a los tres militares atrapados en la Antártica»»
¿Qué está mal en esto? En que se rescata a personas VIVAS. Lo correcto habría sido «recuperan a», «encuentran a», o algo así.
«decano»… ¡pfff!